Diego Lanis
El señalador guiño un ojo y me invitó a entrar. Ahora, ahora. Como si fuera una alfombra mágica entré a recorrer capítulos de fantasía. Cuando llegamos al cuarto comencé a mirarlos. Eran un grupo de jóvenes que se iban como mochileros a recorrer el mundo. Estaban en la organización de los preparativos. Nadie escuchaba. Los veía y gesticulaba. Pero ni bolilla. Estoy acá. El señalador me había dejado tras haber escuchado las primeras tres partes. Allí contaban cómo se habían conocido y de dónde venían. Lo más interesante parecía comenzar. La fecha de partida y lo más fascinante. Quería ir con ellos aunque no lo supieran y no lo presintieran. El lector se va de viaje con los personajes a escribir y vivir lo que faltaba. La única forma que encontré para seguir con el disfrute de sus historias. Al llegar al aeropuerto la sorpresa fue mayúscula. El avión había partido. Mis personajes se fueron en vuelo. Quedé perplejo con la vista en la nave. Voy a tener que leer el final.