María Enriqueta Roland
Llegaba temprano. La fiebre era alta y se sentía muy decaído.
- Maldita gripe, pensó al entrar a su casa.
Nadie en la planta.
- Seguro sigue dormida.
Subió las escaleras sin hacer ruido y abrió la puerta.
Estaban desnudos, cuerpo sobre cuerpo.
Ella su mujer, él su mejor amigo.
No titubeó. Sacó el arma reglamentaria, obligado siempre aportarla por su rango.
Disparó certero.
Recordó el refrán.
“Matar dos pájaros de un solo tiro”